Cada 20 de junio celebramos el Día de la Bandera, en conmemoración a su creador Manuel Belgrado, quién falleció en Buenos Aires en el año 1920, en la pobreza extrema.
El 13 de febrero de 1812 Belgrano le propuso al Gobierno la creación de una escarapela nacional blanca y celeste, debido a que los cuerpos del Ejército usaban distintivos diversos. Tres días después el Triunvirato la aprobaba.
Mientras encabezaba la expedición al Paraguay, el 27 de febrero de 1812, Belgrano diseñó una bandera con los mismos colores de la escarapela, y la enarboló por primera vez en Rosario, a orillas del río Paraná.
Belgrano, además de ser el creador de la insignia patria, fue un incansable luchador en favor de la enseñanza estatal gratuita y obligatoria: “Me propuse echar las semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos”.
En un nuevo aniversario de la muerte de uno de los más grandes próceres de nuestra Patria, citamos un fragmento del libro: “Manuel Belgrano, el hombre del bicentenario” de Felipe Pigna.
Un final con penas y olvido
“La noche del 19 de junio de 1820, la última de Manuel en este mundo, la fiebre se lo llevó por un rato al terreno de los recuerdos, a unas borrosas imágenes infantiles en el mismo barrio y la misma habitación en la que ahora se moría, los olores frutales de naranjos y azahares, los gritos sonoros de los negros en el fondo de la casa. El viaje a Europa, las aulas, pero también las chicas de Salamanca. Los debates interminables en el Consulado, las noches robadas al amor de Josefa en su estudio escribiendo informes y memorias sobre industria, educación y justicia social que algún día alguien leería y entendería. Aquel sol de Rosario, las baterías del Paraná y la bandera. El éxodo, las caras hermosas y dignas de los changuitos jujeños. La gloria de Tucumán, el amor de Dolores, su querida hijita Manuela Mónica. El triunfo de Salta y ese sabor de la justicia que tanto le costó degustar después. Trataba de evitar en aquel recorrido febril los malos tragos, los traidores, los ingratos y todos esos personajes que él mismo había definido como “partidarios de sí mismos”. La tos y un ahogo convulsivo lo trajeron de vuelta a aquel helado anteúltimo día del otoño porteño.
La noche fue agitada y a las 7 de la mañana del 20 de junio de 1820, sin que nadie lo notara en esa caótica Buenos Aires del “día de los tres gobernadores”, moría Manuel Belgrano. Alcanzó a decir unas últimas palabras: “Yo espero que los buenos ciudadanos de esta tierra trabajarán para remediar sus desgracias. Ay, Patria mía””.
Fuente: http://www.sadop.net/
“Manuel Belgrano, el hombre del bicentenario”