La verdad es una diosa sagrada y turbia. A ella nos debemos, incluso aunque no podamos verla. La verdad nos deja solamente adivinar partes de su semblante, el resto hay que adivinarlo espiando a través de velos, reflejos y nebulosas, siempre condenados a corregir y volver a intentar. Sin embargo, nuestra condición de mortales parados frente a la verdad insondable del universo nos da una ventaja: podemos dejar marcado el camino para quienes vienen detrás. Podemos aprender y comunicar. No necesitamos empezar siempre desde cero. La supervivencia y el bienestar, el progreso y el conocimiento, son construcciones colectivas.
Extracto de artículo de @elgatoylacaja
Transitamos un proceso electoral con mucha incertidumbre, pero con grandes esperanzas acerca de un futuro prometedor para las familias entrerrianas. Un tiempo que requiere de nuestra mayor atención y reflexión para actuar con compromiso en consecuencia con nuestros deseos, en común-unión con el mundo que habitamos, haciéndole honor a los años de lucha del colectivo de trabajadoras y trabajadores, porque es real que para que haya justicia social tiene que haber una comunidad políticamente organizada que defienda los derechos.
En estas elecciones el futuro de la educación, del trabajo, de la salud, de nuestra soberanía están en riesgo. Votemos apelando a la memoria de los procesos históricos que nos ha tocado transitar como habitantes de este suelo glorioso; apelando al diálogo, a la concordia, a la esperanza de un futuro mejor para nuestro pueblo y al amor por nuestra tierra.
Estamos ante un momento histórico que nos propone una disputa de paradigmas fuertemente polarizados: justicia social/neoliberalismo salvaje; amor/odio; esperanza/especulación. No existen recetas mágicas. El mundo que deseamos construir, en el que deseamos vivir, solo es posible con un estado presente con el que se permita dialogar para ampliar derechos y vivir en plena libertad como garantía del buen vivir de las sociedades.
Salir del desconcierto
La política y la sociedad se ordenaron históricamente mediante una trama de tensiones y sentidos producidos, intercambiados y negociados. La construcción a través de un proceso dialógico que es propio de la práctica docente también es de la negociación colectiva. Las organizaciones atravesamos un momento histórico particular en el que muchas de las acciones se diluyen por la falta de cohesión social, una suerte de descontento y crisis de representatividad que nos desafía a estar en un constante estado de alerta para reafirmar nuestra vigencia. La única salida es colectiva, la pugna es cultural.
Es cierto que la política tiene una deuda pendiente con la ciudadanía respecto al contrato electoral pero necesitamos avanzar a niveles superiores de organización para dar batalla a los problemas vitales. No nos dejemos engañar ya que solo mediante el diálogo y la negociación colectiva – algo que ha sido negado por varios candidatos – podemos recuperar el poder adquisitivo y conquistar más derechos. Necesitamos un gobierno con capacidad de gestión que esté del lado de las y los trabajadores, de los sindicatos y de las obras sociales; un estado fuerte y presente para todos los sectores de la sociedad que pueda intervenir con firmeza y poder para garantizar que nadie en ninguna parte y por ningún motivo quede afuera.
Debemos desromantizar la derrota que propone la visión depresiva neoliberal, la misma que fue artífice del mayor endeudamiento de la historia de nuestro país y nos dejó un legado transgeneracional de sometimiento económico al poder económico global, cual colonialismo financiero.
Debemos ampliar la agenda de derechos humanos incorporando en la agenda pública la continuidad del rol del estado como garante y promotor de los DDHH, como así también la visión sobre nuevos derechos sociales, culturales, económicos y ambientales que se incorporan al debate gracias a las luchas que emergen al habitar/militar activamente el territorio.
Todo esto sin olvidar la necesidad de brindar garantía, sustentabilidad y soberanía al sistema previsional, el cual algunos espacios políticos plantean eliminar o recortar tal como sucedió con gobiernos pasados – solo basta recordar la moratoria previsional como acto de justicia social para destacar su importancia, una política nacional que dignificó el trabajo que tantas amas de casa y trabajadores de la economía informal realizan -.
Y aún más importante, en relación a nuestra institución, tenemos que ser conscientes de lo que significa el desfinanciamiento de las obras sociales y del sistema de salud pública: la imposibilidad de brindar servicios, la suba de los costos en prestaciones, el corte de descuentos en farmacia, el corte de los beneficios para enfermedades crónicas, etc. Nuestra vida está en peligro. Es que no hay manera de garantizar proteger y encarnar los derechos sin financiamiento continuo.
Entonces ¿Dónde ponemos las prioridades?
Votemos con confianza, con patriotismo, haciendo honor a nuestra bandera celeste y blanca, por la memoria de 30.000 compañeras y compañeros detenidos desaparecidos, por la memoria de las y los caídos en Malvinas, en memoria de los próceres de nuestra historia, por quienes hicieron grande a nuestra patria. Porque los límites trazados en el suelo hay que remarcarlos una y otra vez, si no viene cualquiera exacerbando su concepto de libertad individual y los borra.
Optemos por el o la candidata que pueda expresar mejor nuestros valores y las utopías colectivas de: paz, soberanía, justicia social, independencia económica, solidaridad, unidad, diálogo, respeto, diversidad, sinceridad.
Esta es una fiesta de la democracia, en estas elecciones vayamos a votar con esperanza. Queremos una humanidad más amigable con las personas y con el mundo.
El amor vence al odio.
Por: lic. Agustin de Torres, Secretario de Comunicación, Prensa y DDHH de SADOP Seccional Entre Ríos